Soy una europeísta convencida, una defensora del proyecto de la Unión por su compromiso de solidaridad, generosidad y progreso común de los países miembros. Porque solo así los territorios del viejo Continente sumamos fuerzas frente a otras potencias mundiales, porque avanzamos juntos en legislación económica, ambiental y social, leyes que nos afectan a toda la ciudadanía europea, al desarrollo de la comunidad y a la protección de la vida en el Planeta.
Por eso me preocupa la salida del Reino Unido de Europa, quizá una respuesta a la crisis antes que una decisión analizada a largo plazo. El denominado «Brexit», que ha ganado la partida por un escaso cuatro por ciento, tiene más de esa exaltación nacional que nos invade en estos tiempos de incertidumbre y fútbol de masas que de convencimiento real de la oportunidad y el interés de caminar solos en esta sociedad global que hemos construido.
No ha sido la crisis de los refugiados ni las estrecheces impuestas a terceros países; no ha sido el Tratado Trasatlántico de Comercio e Inversión (TIIP)... No han sido motivos éticos ni críticos los que han generado estos resultados, sino la convicción de una cierta superioridad respecto al resto de socios y el rechazo a «cargar» con comunidades con deudas, déficits y necesidades enormes.
Porque esa corriente de rechazo a la Unión Europea está sustentada por partidos e ideologías ultraconservadoras y ultranacionalistas, que rechazan a las personas inmigrantes y extranjeras, que se retroalimentan con sus tradiciones, su pureza de sangre y sus costumbres y que sueñan con una Ítaca de fronteras hacia adentro.
Yo sueño con aumentar las ayudas a los territorios más desfavorecidos y con la cooperación al desarrollo; recuerdo los pactos y estrategias comunes que nos protegen frente al terrorismo; agradezco la libre circulación de los trabajadores y trabajadoras, que multiplica nuestras oportunidades laborales; defiendo las becas de implantación europea como Erasmus, que permiten la formación y el aprendizaje de idiomas y otorgan una experiencia de autonomía en los jóvenes... y me beneficio, nos beneficiamos, del reconocimiento de Canarias como región ultraperiférica, que ha facilitado inversiones y ayudas de enorme beneficio e impacto en las islas.
Por eso creo que el Brexit, la salida del Reino Unido de la Comunidad Europea, es una mala noticia. Como lo sería la salida de Cataluña del Estado español. Estoy segura de que, en ambos casos, hay cauces para el diálogo, hay capacidad para entender las diferencias que también nos unen y hay voluntad de construir un futuro de solidaridad y entendimiento. Solo hay que ponerse.
Ariagona González
Candidata al Senado por el PSOE de Lanzarote