Hoy Soria, parapetado tras el Consejo de Ministros, ha puesto el futuro de Lanzarote y Fuerteventura en manos de sus amigos de Repsol.
No. No quiero hablar (escribir) sobre los riesgos para el turismo, para el medio ambiente. No quiero hablar de cambio climático y renovables. No. Es tanta la rabia, la indignación, que siento que hoy no logro preocuparme por esos riesgos, ya me preocuparé mañana.
Hoy la sensación que me invade es la indignación, la rabia, que siento por el desprecio que, una vez más, han mostrado Soria y el Partido Popular por la democracia.
Tiene Soria sobre su mesa, si es que no los ha tirado a la papelera, acuerdos del Parlamento de Canarias, de los Cabildos de Lanzarote y Fuerteventura y de los trece ayuntamientos de esas islas diciéndole que no, que así no, que no puede seguir adelante. Tiene Soria alegaciones contundentes desde el punto de vista jurídico y medioambiental que le dicen que no, que pare, que no corra.
Su respuesta ha sido el silencio con que ha ignorado a las instituciones afectadas y el grito estridente que supone publicar en el BOE las autorizaciones.
Tiene Soria motivos para saber que no hemos dado cuenta de sus prisas indecentes, de sus ardides, de sus trapacerías y no hace, sin embargo, ni el más mínimo intento de disimularlo.
Podría haber tardado unos días y haber desestimado las alegaciones. Podría haber tratado de amparase en dictámenes y cifras, aunque fueran tan mentirosas como él.Pero ni siquiera eso ha considerdo necesario.
Se sabe sobrado de votos y confunde la mayoría absoluta de que disfruta con una patente de corso que le permita autorizar el saqueo y el incendio de nuestras costas. Se siente borracho de poder y confunde el poder con el ordeno y mando.
Soria ha despreciado a la democracia haciéndose acreedor del desprecio de los canarios. Tenemos que decírselo alto y claro el próximo 24.
Carlos Espino