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La psique Soriana, o su ausencia, da para mucho. Da hasta para el disparate. Da hasta para la pirueta ¿intelectual?, en un más difícil todavía, sin red capaz de parar el desplome del Niño de los Escalones, de ese trapecio en el que permanentemente se columpia.
Jośe Manuel Soria, El Entronizado, exige a Juan Fernando que dimita, pues no le basta con el cese de Juan Romero Pi, como responsable último del documento del PSC-PSOE que plagiaba a Ciutadans. Y lo exige sin sonrojarse, ruborizarse, ni avergonzarse.
José Manuel Soria, El Encubridor, designa, consagra, avala y potencia como alcaldables de su cada vez menos popular partido a imputados en tramas de corrupción, en lugar de exigirles que dimitan.
José Manuel Soria, El Tragaderas, pacta el reparto de poder en Fuerteventura con el polimultiimplicado Marqués, en la inútil esperanza de conservar los votos majoreros que precisa para no ver desplomar sus resultados al Parlamento.
Este José Manuel Soria, este dechado de exquisitez democrática, no considera suficiente la petición pública de disculpas del candidato socialista ni el cese del responsable del desafortunado e inasumible plagio.
¿Sus responsabilidades en la trama eólica? ¿Su complicidad al silenciar el caso Amorós? ¿Su responsabilidad en la designación de los alcaldes de Telde y Mogán o en el mantenimiento de González Arroyo? Esas no existen para José Manuel Soria, El Irresponsable.