Están que trinan. A la desesperada. Buscando hacer ruido como locos, para no dejar que se oiga la verdad. Lanzando tinta, enturbiando el panorama, para impedir que se vea lo que ha venido sucediendo en los últimos años. Años en los que algunos miembros del Partido Popular, alcaldes, concejales y demás cargos electos, se han puesto las instituciones por montera, dedicándose al "que hay de lo mío" con denuedo y dedicación dignos de mejor causa.
En cualquier partido, institución, empresa, asociación... en cualquier lugar, pueden existir personajes que tuerzan en su propio beneficio las reglas de juego. Siempre hay lugar, desgraciadamente, para la conducta deshonesta. Nadie tiene el monopolio de la corrupción, todos estamos expuestos a sufrirla.
Lo que sorprende, en el caso del Partido Popular, es la violenta espiral en la que se ha metido. Tras conocerse la operación Gürtel, el conocido como caso Correa, la estrategia del PP se ha volcado en matar al mensajero, en presionar de manera brutal sobre el juez instructor y alguno de los testigos.
En Canarias, José Manuel Soria y sus mariachis se han convertido en el máximo exponente de esa estrategia de matonismo político. El presidente regional del Partido Popular no sólo se encuentra acosado por los innumerables procesos que se siguen contra responsables públicos de su partido, en sumarios como Faycan, Eolo o Góndola, sino que ha protagonizado sonoros casos como el del salmón, la Favorita o ISOLUX.
La respuesta de Soria y su coro mediático se ha sustentado en dos pilares. Primero, ha tratado de culpabilizar de todos sus males a Juan Fernando López Aguilar, en un desesperado intento de desviar la atención de sus miserias. A continuación, ha tratado de intimidar a policías, jueces y fiscales, con una presión brutal sobre los mismos. Tanta ha sido la violencia verbal utilizada, que no le ha quedado más remedio que desdecirse de sus acusaciones a jueces y fiscales, tras la reprimenda sufrida por parte de diferentes portavoces de los distintos estamentos de la judicatura.
Se centra ahora el Partido Popular de Soria en desacreditar a la policía. En una alocada huída hacia ninguna parte, en lugar de intentar contradecir las pruebas aportadas a los procedimientos, en lugar de tratar de desvirtuar las acusaciones, trata de sembrar dudas sobre las actuaciones policiales.
No es sólo una estrategia defensiva, es una amenza preventiva. No sólo se trata de deslegitimar la investigación, se trata de algo más perverso: que ningún funcionario policial se atreva a acercarse a Soria y al Partido Popular.