Leo en Público que unos 600 policías de Monterrey han sido acuertalados por sorpresa para someterlos a pruebas con las que determinar si mantienen vínculos con el narcotráfico. A lo largo de dos días, estos policías serán sometidos a pruebas analíticas o al polígrafo (el popular "detector de mentiras") a fin de descartar, o confirmar, su vinculación con distintos cárteles. Un paso más, necesario sin duda, de cara a limpiar de infiltrados a las fuerzas dedicadas a reprimir el narcotráfico.
Me vas a perdonar, pero esta noticia a mí me sugiere que tal vez nos esté faltando alguna medida de este tipo para, por fin, poder empezar a salir de la crisis, y me explico.
No creo que a día de hoy nadie cuestione el papel de las instituciones financieras, en el sentido más extendido del término, en la génesis de la actual crisis. Los bancos se inflaban a ofrecer créditos a sus clientes mientras las agencias de Rating (Standard & Poor's o Moodys) bendecían el sistema y nos hablaban de un ciclo expansivo sin fin y la felicidad eterna en forma de capitalismo para todos.
Se equivocaron, la liaron y hubo que salir al rescate. Dinero público bien para salvar a la tropa de suicidas que jugaron con las cosas de comer, bien para dotar de liquidez al mercado financiero que, por cierto, nunca llegó a las familias ni a las pymes.
Ahora, recuperada la liquidez, y pasado el susto, los niños prodigio del parquet comienzan a operar contra la deuda griega y contra el euro e, incluso, a hacer correr rumores sobre la solvencia española y, en los ratos libres, vuelven a clasificarnos con algo tan exótico como BB-, mientras que realmente son ellos los que debieran beber menos, a ver si se les pasa el colocón.
Pero a lo que iba, la tropa de impresentables que nos colocó al borde del crack, ahora nos dice que para salir del lío la factura la tenemos que pagar el resto, los que no tenemos sus Rolex, ni sus Infiniti, ni sus áticos, ni sus bonos, ni sus planes de pensiones. Y lo malo es que tienen razón.
Desaprovechada la ventana de oportunidad que supuso la situación de debilidad de la banca, demorados los intentos de crear una nueva regulación y recuperadas las fuerzas de eso que se ha dado en llamar los mercados, ellos vuelven a imponer las reglas.
En un mundo globalizado para el capital, pero fuertemente lastrado por la existencia de estados cada vez menos soberanos y autónomos, capaces tan sólo de respuestas locales, el resultado de la partida está cantado. Una Europa de derechas no encontrará otro camino para salir de la crisis que transferirle la factura a los de siempre.
¿Y si les hiciéramos la prueba como a los policías mejicanos? Propongo: a aquel al que se le detecte en vena, o en las neuronas, que no ha aprendido nada con esta crisis, o a aquel que haya participado del obsceno saqueo que nos ha dejado a todos más empobrecidos, lo consideramos un infiltrado y lo separamos del servicio activo. Más que nada para que no nos la haga de nuevo.
Jalisco y la banca nunca pierden