En estas ultimas semanas, leyendo la prensa, no he dejado de pensar que una vez más y como siempre, aquellos que por su edad no pueden defenderse, con el llanto como única arma para llamar la atención y denunciar a quienes les causan dolor, vuelven a ser portada de periódicos nacionales e internacionales.
Causa escalofríos ver las cifras de niños fallecidos en la franja de Gaza por la intransigencia de un país como Israel, que se defiende con tanques y bombardeos de las piedras de los menores palestinos.
O ver cómo el avance de los islamistas en Irak vuelve a generar miles de refugiados, entre ellos muchos pequeños de las etnias minoritarias, en un país que quedó destrozado después de una guerra sin sentido.
Pero la noticia que fue portada días atrás, el viaje de una niña de once meses en una embarcación de juguete, cruzando el estrecho sin sus padres y en compañía de desconocidos, me hace pensar en la desesperación en su grado mayúsculo.
Por suerte esta vez hubo suerte y tanto los adultos como los menores llegaron bien. Los servicios de rescate, sorprendidos por la situación y al desconocer sus acompañantes el nombre de la pequeña, le llamaron “Princesa”.
Qué tamaño debe tener la desesperación de unos padres para que en medio de la noche y ante la imposibilidad de salir ellos en busca de un futuro mejor, decidan dejar a su bebé jugarse la vida en compañía de otras personas, incluidos algunos menores más.
Ante la cruda realidad de un país que no avanza en derechos, que reserva para sus habitantes condiciones de vida durísimas y ahora, con la maldición del Ébola, que se extiende en forma de virus por el Continente africano, podríamos hacernos una vez mas la difícil pregunta: ¿Lo haríamos?
Un nuevo Parlamento Europeo empieza otro mandato. Quiero creer que desde Europa se puede hacer más de lo hecho hasta la fecha, pues más que nunca es necesaria la solidaridad y la acción ante las situaciones que se están viviendo en el mundo.
En España nos encaminamos hacia unas Elecciones municipales y luego vendrán las Generales. Confío en que con la nueva dirección del PSOE, con Pedro Sánchez a la cabeza, volveremos a recuperar ese espacio perdido y a ser un país más generoso y comprensivo, más firme ante la injusticia y sobre todo, más volcado en políticas sociales, para conseguir que aquellos que son los más indefensos, los niños, tengan la posibilidad de vivir en un mundo mejor.
Seguramente en estos días, la pequeña Princesa ya vuelve a llamarse Fátima y estará a la espera de reencontrarse con sus padres y de aprender a soñar un futuro más justo e igualitario.
José Montelongo Espinosa