Fco. Manuel Fajardo Palarea
En junio el año pasado, la Unión Europea (UE) reaccionó por fin ante la pandemia. La ciudadanía estuvo al pairo nada menos que durante tres meses, y muchos llegaron a creer que el naufragio era inevitable. En efecto, la descoordinación y la ausencia de una respuesta conjunta protagonizaron la primera fase de la gestión europea del coronavirus, sembrando de incertidumbre y desesperanza todos los rincones de la Unión.
La desigualdad acechaba, porque, al principio, se había impuesto la descoordinación y el caos, quizá fruto del miedo ante lo desconocido. ¿Te acuerdas? La adquisición de mascarillas, geles hidroalcohólicos de desinfección de manos y guantes se habían convertido en una cara aventura y llegaron los precios desorbitados y las requisas. Pura especulación.
Afortunadamente, las autoridades de la Unión aprendieron de sus errores y pasaron a la acción. Pero, no fue hasta junio cuando se propuso un sistema de licitación conjunta para evitar la competencia entre los estados miembros en la compra de la vacuna contra la COVID-19, evitando así que los estados con mayor capacidad de compra pudieran copar la oferta. “Debemos actuar de manera rápida e invertir por adelantado para asegurar que las vacunas son producidas en suficiente cantidad”, dijo entonces la comisaria de Salud.
Se acordó la adquisición centralizada de la vacuna y un reparto proporcional a la población y a las necesidades de los distintos estados miembros. No obstante, Bruselas dejó sentado que la vacuna también debía estar a disposición de terceros países. El 27 diciembre era administrada la primera vacuna en España en una residencia de Guadalajara. Araceli, de 96 años, fue la primera vacunada, a la que siguió Mónica, una sanitaria del mismo centro.
Asimismo, la respuesta económica ha sido contundente. El Consejo Europeo acordó en julio un fondo de recuperación por valor de los 750.000 millones que contribuirá a reparar los daños económicos y sociales inmediatos causados por la pandemia. Todos esperamos que la Europa posterior a la COVID-19 sea más ecológica, más digital, más resiliente y mejor adaptada a los retos actuales y futuros.
Por lo tanto, está fuera de discusión que una UE fuerte y cohesionada sólo genera ventajas, no sólo para la ciudanía europea, sino para el conjunto de la humanidad, dado el riquísimo poso cultural y democrático que alienta a las instituciones europeas. Actuando juntos y de forma coordinada, los países de la Unión sirven mejor las demandas de sus poblaciones y ofrecen seguridad y confianza.
Ahora bien, lo expuesto es perfectamente compatible con la descentralización, la corresponsabilidad y la cogobernanza. Ejemplo de ello es el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud, el órgano de cooperación de los servicios de salud de las comunidades autónomas entre sí y con la administración del Estado, que ha dado sobradas muestras de su necesidad y valía en estos últimos meses tan dramáticos, evidenciando que unidos somos más fuertes.
Fco. Manuel Fajardo Palarea, senador del PSOE por Lanzarote y La Graciosa.