Aseguran quienes las han probado que las clacas son un marisco exquisito, muy caro, difícil de encontrar y complicado de degustar porque, a su aspecto de roca marina, añaden una dificultad extrema a la hora de extraer su carne. Cuentan que en cierto establecimiento del sur de Lanzarote, allí donde los cuatreros del territorio se han ensañado con especial virulencia contra la legalidad vigente, el muñidor intelectual de la estrategia de expulsión del PSOE de las instituciones insulares dispone a sus peones en el tablero político insular, mientras se deleita con las sabrosas clacas que casi a diario depositan sobre su mesa.
Ahora cuenta con un peón cualificado, una suerte de todopoderoso medianero que se autocalificó, en el pleno cabildicio de la moción de censura de todos contra el PSOE, de “nuevo cantinero del chiringuito”. Ni en sueños hubiese encontrado yo definición más ajustada para calificar al Cabildo de Lanzarote después del 17 de octubre. Un chiringuito, en cuya dirección figura el cantinero mayor, Pedro Sanginés, acompañado por una cohorte de fieles servidores del propietario de la cantina (el de las clacas del sur), en forma de consejeros de CC, PP, PNL y PIL y que probablemente operarán a partir de ahora como meros pinches no cualificados de lo que se cuece en la cocina del chiringuito.
Las decisiones sobre la política del territorio, el eje principal y leit motiv del brutal ataque de todos contra el PSOE, se trasladarán con premura desde el órgano democrático por excelencia del Cabildo, el Pleno, a la mesa de las clacas en Playa Blanca y a una celda de Tenerife II, y tal vez, a algún despacho autonómico con influencias de Soria. El discurso de Pedro Sanginés durante el Pleno de la moción de censura contra la socialista Manuela Armas fue lo suficientemente soez, agresivo, cutre, deslavazado, inconexo y servil como para esperar algo sustancioso más allá de la sumisión a los cuatreros del territorio y de la permanente obsesión enfermiza del presidente-medianero contra el PSOE y sus principales dirigentes.
El PP jugó el sábado el papel que viene desempeñando en la política insular desde hace décadas: incoloro, inodoro e insípido, su presidenta ha colocado al partido en el epicentro de la trama corrupta protagonizada por el PIL y, en menor medida, por el PNL, a cambio de limosnas políticas en forma de áreas de gobierno. Del grupo de Dimas no hay que esperar nada nuevo, más allá de su concepción de la cosa pública como una especie de latrocinio perenne, mientras que el PNL ha sido inoculado por el virus de la corrupción y navega con soltura por las turbulentas aguas del blanqueo de capitales, el cohecho y el tráfico de influencias. La CC honesta, alejada del poderoso influjo del cemento, quedó relegada por el sector de Jesús Machín, hombre de profundas convicciones religiosas y capaz de poner la otra mejilla cada vez que Dimas le propine una sonora bofetada en forma de retirarle apoyos electorales.
La única oposición posible y visible es la del PSOE. Los socialistas somos oposición porque somos insobornables, porque expulsamos a los corruptos de las instituciones y porque rechazamos la componenda, la trapisonda, la ilegalidad y el saqueo de lo público. Por muchos kilos y kilos de clacas que nos ofrezcan.