A Mariano Rajoy le resulta "antiguo" que los dirigentes del PSOE canten La Internacional con el puño en alto en actos como el de Rodiezmo (León), una fiesta minera convocada por UGT en la que participa cada año el presidente del Gobierno.
Nada que objetar. Es normal. Que al máximo dirigente de uno de los partidos de derecha europeos más a la derecha, ultraliberal convencido, admirador de los "neocon" que inspiraron a Bush en el desmantelamiento sistemático de cualquier vestigio de políticas sociales en EE.UU., fiel seguidor del "tatcherismo integrista" de Aznar y gurú de la teoría de la conspiración contra su partido, le resulte "antiguo" un puño en alto, es normal. Nada que decir. Es, ni más ni menos, lo que opina la inmensa mayoría de la actual dirigencia del PP.
Lo que si es anormal, profundamente absurdo, intensamente injusto, es preguntarse que sucedería "si apareciese alguno con la mano extendida". Pues que de inmediato lo calificaríamos de fascista. De facha. De neonazi. Como debe ser. Tal vez Rajoy ignora que la mano extendida es el saludo fascista que utilizaban los seguidores de Hitler, de Musolini o de Franco. No, no creo. Lo sabe perfectamente.
Los eventos de la izquierda y de los sindicatos, los actos en defensa de los trabajadores y los acontecimientos que ensalzan los principios de libertad, de solidaridad y de tolerancia, suelen clausurarse con el puño en alto y entonando La Internacional. Rajoy lo sabe, y el PP también. Los congresos del PSOE finalizan con el puño en alto y La Internacional. ¿Será que Rajoy quiere que los actos de su partido culminen con la mano extendida y alzada cara al sol?