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Miguel González

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El chip prodigioso

Loly Luzardo, Paco Cabrera y Cándido Reguera se fueron un día a Madrid y allí le implantaron a cada uno un chip en toda la base del cerebelo en un laboratorio de nanotecnología sito en la calle Génova. Es un chip prodigioso, que se activa misteriosamente cada vez que Acebes y Zaplana salen por la tele y cuyas ondas magnéticas recorren miles de kilómetros sobre el océano hasta aterrizar en Lanzarote. El infernal dispositivo informático, experimentado de forma defectuosa, como es obvio a la vista del resultado, en las personas de José Manuel Soria y de Pancho (él del PP de Tías), posee la particularidad científica de provocar reacciones paranoicas en aquellos sujetos que lo portan, del tenor que sigue: si salta una tapa de alcantarilla en Valterra, si el barco de la Fred Olsen hace una ola muy grande en Playa Blanca o si un surfero de Famara se estrella contra una vaca flotante, la culpa, sin duda, será de ZP.

Reconozco que pertenezco a ese segmento indeterminado de ciudadanos que sentimos pánico físico en presencia del caudillo guatemalteco de Soria, con Larry al lado, de los mencionados Acebes y Zaplana y del Marqués, que espero que no lea esto porque me estoy arriesgando sin necesidad alguna. Si yo fuera padre y de frente por la misma acera avanza Soria, como contribuyente prudente que me precio obligo al niño a cruzar la calle, aún con peligro de atropellamiento, que si falla el semáforo, la culpa será de ZP. Me temo que en el cuaderno azul de precampaña del PP (azul, por supuesto, no va a ser rojo), tras eliminar, por blandos, argumentarios tipo “ZP está llenando la Patria de moros, negros y maricones”, y desechar llamadas de “¡A mí la Legión!”, se incluye un prototipo de chip similar al que Loly, Paco y Cándido llevan en el cogote y que Acebes y Zaplana activan desde Madrid cuando cuadra, o sea, cuando hay que decir que si a las prospecciones petrolíferas o hay que justificar la indecencia criminal de una guerra en Irak que todos los días aumenta su número de víctimas.

Imagino que el prodigio de chip averiado, que seguro fue adquirido a precio de ganga por Eugenio Hernández en el Mercadillo de La Villa, culpable por supuesto del arrebato que le entró al PP cuando Francisco Cabrera cesó fulminantemente a toda la plana de Coalición Canaria en el Cabildo, tendrá su origen en los “neocon” de Washington que tanto ponen a Aznar. Lo cierto es que ahora las dos derechas, la nacional y la nacionalista, se guiñan el ojo sin importarles demasiado las cuatro galletas que Marcos Páez le metió a Jeremías el de Medio Ambiente, o la foto a toda página de la presidenta en plan madonna de Fellini, pero a costa de todos nosotros y con el fotoshop a tope. Sospecho que el modelo de chip que compró el PP para injertarlo en los pescuezos de su gente salió chungo de fábrica. No era el que imitaba a Chirac, o a Angela Merkel, o a los gemelos Kazcinsky. Ni siquiera pertenecía a Bush. Era el de Le Pen.