El Gobierno socialista confirmó el pasado mes de noviembre en el Senado que la multinacional petrolera Repsol ha desistido en sus intentos de realizar prospecciones en busca de crudo en aguas canarias. Es una magnífica noticia. Culmina así una batalla histórica de la práctica totalidad de la ciudadanía lanzaroteña y canaria, en la que los socialistas de Lanzarote han jugado un papel preponderante, que desde un primer momento se opuso con contundencia a los planes de Aznar y del PP, partidarios desde siempre de facilitar a la compañía Repsol la posibilidad de extraer petróleo del subsuelo marino cercano a Lanzarote y Fuerteventura.
Los lamentos de Soria y del resto de miembros del partido de la derecha, y el habitual silencio cómplice de Paulino Rivero y otros integrantes del Gobierno de Canarias, contrastan con el júbilo generalizado de los que aquí vivimos, y que desde el principio entendimos como un dislate promocionar la instalación de una industria petrolera en las costas de unas islas muy vulnerables desde el punto de vista medioambiental y cuyo principal sector económico, el turismo, podría verse directamente afectado. Por esas razones, el PSOE de Lanzarote dio la batalla sin cuartel, llegó hasta el Tribunal Supremo, y ganó.
En el mundo necesariamente sostenible del siglo XIX no cabe hablar de otro tipo de energías que las "limpias", las alternativas, las renovables. En este campo, Canarias es una superpotencia: sol y viento a raudales. El Consejo de Ministros extraordinario celebrado en Las Palmas de Gran Canaria en octubre pasado y que presidió Zapatero aprobó el denominado "Plan Canarias", una estrategia integral de desarrollo económico para nuestra comunidad autónoma que contempla una inversión de 14 millones de euros para construir un parque eólico en INALSA, capaz de desalar agua de mar sin utilizar combustibles fósiles. Ese es el camino, el único posible. Tal vez el PP y el poderoso lobby petrolero-nuclear que lo apoya lo comprendan un día no muy lejano.