El miércoles 17 de febrero, durante la sesión de control al Gobierno en el Congreso de los Diputados, el representante del Partido Popular, Esteban González Pons, "suplicó" al ministro de Industria, Miguel Sebastián, que su departamento no autorice bajo ningún concepto las prospecciones petrolíferas solicitadas por la empresa Cairn Energy en la costa mediterránea frente a la Albufera de Valencia, la playa de Gandía y el Parque Natural de las Islas Columbretes.
Si, si, han leído bien. Consta en el diario de sesiones de la Cámara. Así como suena. El PP exigiendo que no se realicen prospecciones petrolíferas en aguas próximas a la Comunidad Valenciana, la que preside Francisco Camps, el de los trajes italianos de alto standing pagados con dinero de la trama corrupta denominada Gurtel y vinculada a importantes cargos del partido de Rajoy, de Soria y de Astrid Pérez.
Argumentos esgrimidos por González Pons en su pregunta parlamentaria: "el petróleo es una energía antigua, sucia y a extinguir"; "estamos en el tiempo no ya del oro negro, sino del oro verde"; "si estuviéramos hablando de prospecciones petrolíferas en el Parque de Doñana o en el Parque de Ordesa, todo el mundo entendería que allí no se pueden hacer"; "Señor Ministro, ¿hay petróleo frente al Parque Natural de las Islas Columbretes? No queremos saberlo, porque si lo sabemos algún día se explotará, y el día que se explote el petróleo frente a la Albufera se acabó un parque natural, se acabó la pesca, se acabó la circulación de cetáceos, se acabó la pradera de posidonia, se acabó el turismo..." "Los valencianos tememos al chapapote y a no volver a ver los eclipses de luna sobre el Mediterráneo porque nos los tape una torre petrolífera" (en este punto, se escucho a algún diputado exclamar: ¡Qué cursi!).
Todo lo anterior figura perfectamente recogido en el diario de sesiones del Congreso de los Diputados por los eficaces y siempre sorprendentes servicios de taquigrafía de la Cámara Baja.
Mientras tanto, desde mi recóndito escaño, tardé en reaccionar. Prácticamente no alcancé a escuchar la respuesta del Ministro. "Debo haber entendido mal la pregunta del diputado Pons", pensé, ingenuo, hasta que la lectura del susodicho diario de sesiones confirmó mis sospechas. Miré hacia el escaño de Cándido Reguera, para recriminarle tamaña hipocresía, pero recordé de improviso que sin duda se estaría fotografiando en la inauguración de algún misterioso imbornal en Arrecife. Así que hube de tragarme mi indignación.
La batalla de los ciudadanos y de las instituciones públicas de Lanzarote, y de los socialistas conejeros en primer lugar, contra la autorización concedida por el Gobierno de Aznar a las prospecciones petrolíferas que Repsol-YPF pretendía llevar a cabo en aguas canarias, merece un respeto. Escuchar los argumentos ridículos de Pons en defensa de la integridad ecológica de la Comunidad Valenciana y recordar la encendida defensa de Soria y de todo el PP de Lanzarote para desarrollar una industria petrolífera en nuestra isla, supone un nauseabundo ejercicio de demagogia política y de fundamentalismo anti verde. El PP apuesta por la energía nuclear, el lobby petrolero español apoya sin reservas a los conservadores y los populares se mofan de las energías alternativas siempre que pueden. Ahora el PP se transmuta en ecologista en Valencia, pero en Lanzarote y Fuerteventura sus dirigentes no dudaron en sumergirse alegremente en chapapote cuando vislumbraron el negocio sucio, fácil y rápido del petróleo cercano.