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Carlos Espino

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Adán y la corrupción.

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Adán se ha lucido. En esa mezcla de despedida del año con despedida de la legislatura, se ha lucido.

Mientras vagaba perdido por su particular Macondo, sumido en la duda de si acaba una legislatura agónica o, realmente. la legislatura acaba con él, la descarnada realidad se ha introducido en su utópico universo de felicidad para todos los canarios.

Antes de irse, en una mistura de encíclica papal con regio mensaje navideño, Adán proclama urbi et orbi la justificación de los suyos.

La memoria, frágil como el personaje, le juega una mala pasada. O juega a que el receptor de su mensaje sea de mala memoria, que ya no se sabe. Hasta hace pocos días negaba la corrupción en Canarias. Hasta ciertos atisbos de energía y fortaleza exhibía, cuando de negar la inmoral coyunda entre sátrapas económicos y políticos medianeros se trataba.

Ahora, olvidado de que negó como Pedro, pero habiendo negado mucho más de tres veces, Adán justifica la corrupción que antes se negaba a ver.

"Es una triste secuela de los avances de los últimos años", dice Adán, añadiendo que se da "en las zonas de España más dinámicas". ¡Huy! ¡Ese nacionalismo! Que no se dice España, que se habla del Estado para no mancillar la boquita, ¡ay mamá!, boquita tricolor.

Según Adán, los espárragos se dan en Navarra, el olivo de Despeñaperros para abajo y la corrupción en las zonas más dinámicas. ¡Toma alarde de geografía económica!

Y los finlandeses sin enterarse. Van como motos en nuevas tecnologías, Nokia se sale y ellos cada vez más metidos en la redes de comunicaciones. ¿Y mi corrupción? exclama el Primer Ministro finlandés. ¿O es que hemos dejado de ser dinámicos? Y digo Finlandia por decir algo. Que la misma pregunta se la pueden estar haciendo los suecos o los daneses, los noruegos o los alemanes.

Me corrompo, luego existo, crezco y soy dinámico. Aristóteles, Santo Tomás Martín y Adán de Aquino, vamos, que Aqui-no hay corrupción, Tomás, aquí hay tristes secuelas del desarrollo.

Indignante. Indignante la complacencia y la falta de autocrítica. Y, sin embargo, cabe pensar que en la fracesita del inefable Adán hay más miga, más motivos para indignarse. Porque si grave es asumir la corrupción a título de inevitable efecto secundario, más grave es hablar de desarrollo sin sonrojarse.

Es cierto que Canarias ha vivido un auténtico boom económico en los últimos años... pero cuando se trata de negociar con España o con Europa, Adán y su tropa se trasmutan en pedigüeños, las oportunidades de la tricontinentalidad y el vergel de belleza  sin par, se transforman en una ultraperificidad que todo lo justifica.

Pero hay más, Adán, al hablar de desarrollo, debiera explicar la diferencia, que crece día a día, entre la renta per capita y la renta por capitoste, y volvemos con ello al tema de la corrupción y de como se reparte el crecimiento.

La legislatura se acaba, Adán se marcha poco a poco, sin que se note, en su papel de perpetua neblina gris. Él, y los suyos, dejan atrás un panorama desolador, unas instituciones cuestionadas y unos modos de hacer criticables,

Y es en ese panorama en el que habrá que hacer un enorme esfuerzo para convencer a la ciudadanía que existen otros modos y maneras, otras escalas de prioridades, recordando que la corrupción no es inevitable.