José Manuel Soria ha premiado a Pérez Camacho, por la alta estima y consideración que le merecen sus indiscutibles capacidades para el insulto. Lo ha premiado designándolo portavoz parlamentario, bajo la mirada complaciente de María Australia Navarro, flamante nueva presidenta del grupo popular.
Así, premia, distingue y recompensa el Glorioso Imputado a sus fieles vasallos, de los que no requiere más que perruna fidelidad, brazo pronto para alzarlo según convenga al inigualable líder y ser ariete de denunciantes, jueces, fiscales y policías, no vaya a ser que se consolide la malsana costumbre de pedir responsabilidad judicial de sus desmanes.
Aunque convendría dejar claro que un sujeto como Pérez Camacho, no tiene entidad para ofender en lo personal a una parlamentaria como Francisca Luengo, compañera trabajadora, rigurosa y amable, a la que su talla coloca muy por encima del tosco y soez Pérez Camacho. No. Es a otros a los que el deslenguado Pérez Camacho ha insultado.
Pérez Camacho ha insultado a una cámara que, a este paso, no va a cesar en su desprestigio. A la ignominia de ser sede de aberrantes resoluciones, tales como las conclusiones de la comisión eólica o la concesión de camas al agente de viajes de José Manuel I de Eolo y V del Salmón, se suma ahora la de acoger las intervenciones de un personaje despreciable que actuará, tras la soriana recompensa, como portavoz del Partido Popular.
Y su Presidente, el mismo Presidente que cobija Góndolas y Faycanes, Eolos y Esquiveles con regusto asalmonado, insulta a sus propios militantes, a sus propios votantes, al designar como portacoz del Partido Popular, de la ciudadanía que ha votado al Partido Popular, al bruto aprendiz de vate, que confunde el ingenio con la más soez de sus toscas intervenciones.
Pérez Camacho y Soria el Provocador insultan a la ciudadanía en su conjunto, cuando personajes como aquel, son promocionados en premio a actuaciones repugnantes, en un gesto chulesco y de desafío: no querías bruto, toma bruto y medio.
Vomitivo esperpento. Canarias, el Parlamento, el Partido Popular, no merecen esto. A los Socialistas, al menos, nos queda el consuelo de tener compañeras como Paquita, como Francisca Luengo.