Miguel González
Diputado del PSOE
Primera consideración. En los últimos días ha aparecido en varias publicaciones digitales de Canarias un artículo de opinión firmado por el actual alcalde de Arrecife, Cándido Reguera, miembro del Partido Popular. Firmado, que no escrito, pues Cándido no redacta artículos. Para ese menester cuenta con una extensa nómina de enchufados, a los cuales el edil capitalino denomina, en serio, sin ironía, “asesores”, pagados con el dinero público que Reguera gestiona y que proviene de la hacienda municipal, la que pertenece a todos los ciudadanos de Arrecife.
Un trabe mental insalvable. A Cándido Reguera, como a la presidenta insular del PP, Astrid Pérez, o al actual presidente del Cabildo de Lanzarote, de Coalición Canaria, Pedro San Ginés, autodefinido de manera magistral como “el nuevo cantinero del chiringuito” tras acceder al cargo mediante indecente moción de censura contra los socialistas, los atormenta y tortura mentalmente una pesadilla recurrente: el PSOE. En el caso de Cándido, necesita con urgencia ganar unas elecciones a los socialistas. Renunció a dignificar la actividad política aliándose con el PIL, calificado por los investigadores policiales como una asociación ilícita dedicada a cometer fechorías, y colocó de primer teniente de alcalde a un millonario propietario de un partido político minúsculo al cual contribuye mensualmente a hacer un poco más rico, pues cobra sustanciosa nómina. Hoy, Cándido funciona como mero gestor inmobiliario de un empresario que reclama para sí la propiedad del Islote del Francés y cuyo valor urbanístico se desconoce. Y continúa obsesionado con las encuestas preelectorales y desesperado porque ningún sondeo confirma el ansiado desplome socialista.
La ideología. En su artículo, o en el artículo que alguien le escribió, Reguera desliza una teoría propia del neoconservadurismo norteamericano (Astrid Pérez podría representar en la isla el papel de Sarah Palin), según la cual, el PSOE es el culpable de todos los males que asolan a la sociedad insular, porque antepone su peligrosa y extremista ideología de izquierda a la solución de los problemas de los ciudadanos. Aunque un poco pedestre, Cándido hace suyas las tesis de personajes de extrema derecha tan rechazables como Aznar, Mayor Oreja o Fabra, que han colocado al PP español al frente de la derecha más reaccionaria de cuantas pululan por Europa. Se cuida mucho de mencionar que son sus actuales socios, el PIL, a los que la Guardia Civil tacha de asociación de malhechores, quienes han desangrado lentamente a Inalsa, cual gota malaya, durante las últimas décadas, siguiendo instrucciones precisas de uno que hoy pena numerosos delitos de corrupción en la prisión de Tenerife II. Su paranoia anti-PSOE es enfermiza, sobre todo cuando continúa defendiendo el Plan General de Ordenación tumbado por el alcalde socialista Enrique Pérez Parrilla, aún conociendo que el documento citado no era más que un soberbio pelotazo urbanístico destinado a enriquecer a un reducido grupo de especuladores sin escrúpulos.
El brazo político de los corruptos. Tras la explosión de la “operación Unión”, el círculo de oligarcas dedicado a corromper alcaldes, empresarios, funcionarios y periodistas en las últimas décadas en la isla impartió órdenes: hay que desactivar al PSOE insular, hay que desacreditar a la Fundación César Manrique y hay que eliminar obstáculos molestos, tipo Unidad de Patrimonio Histórico y Oficina del Plan Insular de Ordenación del Cabildo de Lanzarote. En el caso de los socialistas, la cacería estaría centrada en su secretario general insular, Carlos Espino, y para ello se activó a una suerte de “Blackwater” o mercenarios a sueldo que a diario injurian, calumnian e insultan a los actuales dirigentes socialistas. Así, existe un beodo que redacta editoriales semanales donde Carlos Espino, denunciante del “caso Unión”, es presentado como el causante de todos los males de la isla frente al buen hacer de los corruptores, mientras que la cutre Fox insular, Lancelot TV, dedica un alto porcentaje de su programación a difamar al PSOE. Reguera contribuye generosamente a mantener este estado de cosas acudiendo, otra vez, a las arcas municipales y nutriendo a los medios de los hermanos Coll de sustanciosos ingresos publicitarios. Por su parte, los plutócratas, retratados para escarnio y bochorno público cuando entraban esposados a los calabozos del Palacio de Justicia de la Vía Medular, se sienten cómodos con Cándido, Astrid, San Ginés, De Armas y el PIL gobernando las instituciones democráticas.
Un bluff financiado con dinero público. Las únicas obras de infraestructura hoy visibles en Arrecife pertenecen al Plan E, o “Plan Zapatero”, sufragadas por el Gobierno socialista, y al Plan de Barrios, diseñado y elaborado por el anterior grupo de gobierno del PSOE, además de las obras de encauzamiento de aguas pluviales que también realiza el Estado. El resto de la actividad diaria del alcalde se reduce a hacerse fotos de prensa en materias tan disparatadas como caracterizado de “Manolo el del bombo” durante el Mundial de futbol y dando el visto bueno a la colocación de un grifo para regar un jardín. También gastó ingentes cantidades de dinero municipal en contratar un concierto de Alejandro Sanz que amenaza ahora con descalabrar la hacienda pública y renunció a construir lo que el denominó “icono” en el Islote del Francés, cumpliendo órdenes de su jefe Soria que, al parecer, mantiene discrepancias con el que se autotitula propietario de esa pieza de suelo. Cándido ha entregado los servicios sociales de Arrecife al PIL, lo que implica colocar el departamento bajo sospecha inmediata de prácticas corruptas, y no soportó la presión sindical y de la oposición socialista cuando reculó a la hora de privatizar las guaguas municipales y ponerlas en manos de una empresa particular. Un inmenso y desolador bluff, la gestión de Reguera y el PP en el Ayuntamiento de Arrecife, que opera bajo mandato de poderes fácticos insaciables y que amenaza con convertir la institución capitalina en lo que hizo durante su paso por la concejalía de Hacienda del Ayuntamiento de San Bartolomé: un solar.