Un año más llega al calendario el Día Internacional de la eliminación de la Violencia de Género. Y nos alcanza en un momento político y social de regresión, de vuelta a leyes antiguas, a usos antiguos, a costumbres antiguas.
Todo lo que parecía avanzado en derechos y en libertades está siendo catapultado a 30 años atrás, cuando España se liberaba del yugo de la dictadura y se disponía a caminar por la senda de la democracia.
El Partido Popular limita a la ciudadanía su capacidad de decidir sobre su futuro, su derecho a protestar, su capacidad para formarse y alcanzar sus aspiraciones. Y además, aconseja a través de sus organizaciones satélites cómo vivir la vida.
“Cásate y sé sumisa”, nos proponen a las mujeres. “Permite al hombre encarnar la guía, la regla, la autoridad. Sal de la lógica de la emancipación y abraza con júbilo el rol de la hospitalidad y el servicio”.
¿Y por qué no “aguanta con estoicismo y espíritu de sacrificio los golpes y los insultos. Sé dócil ante la violencia y recibe con humildad las bofetadas, los empujones, las agresiones de quien solo quiere tu bien”?
El mensaje es indignante. Como tristeza e impotencia brotan frente a la evidente tolerancia e impunidad ante el incremento de violaciones, violencia y asesinatos.
No es un día para celebrar nada. Más al contrario, es una oportunidad para reflexionar sobre nuestra responsabilidad social frente a una terrible realidad que día a día padecen muchas mujeres y que en muchas ocasiones les arrebata la vida.
Pero además, es una ocasión para exigir a nuestros responsables públicos que garanticen de manera efectiva la protección y seguridad de las mujeres y que implanten medidas y mecanismos que sirvan para salvaguardar la integridad emocional, física y sexual femenina, en cualquier edad y en todos los ámbitos.
Vivimos en un sistema capitalista patriarcal, en su fase neoliberal, que necesita de la desigualdad y de la violencia para subsistir. Un sistema que fabrica los mecanismos para empobrecer, excluir e invisibilizar el efecto multiplicador de la desigualdad, que afecta especialmente a las mujeres.
Así, el colectivo femenino es el que cobra menos en el desempeño de su trabajo, colmata las colas del paro, sufre mayor índice de precariedad laboral y realiza las jornadas laborales más flexibles y largas.
Ser mujer no puede continuar siendo una experiencia asociada a la desigualdad, la discriminación y la violencia en ningún lugar del mundo. La necesidad del aumento de la sensibilidad de hombres y mujeres ante la injusticia social es el primer paso de un largo camino aún por recorrer, en donde la meta debe ser crear condiciones que favorezcan y aseguren el desarrollo pleno de las potencialidades y capacidades de la mujer en el mundo.
Por dar un cierre literario a una reflexión que comenzó de la mano de un libro recién publicado, tres citas que ofrecen un mensaje radicalmente opuesto: "La obra perfecta de la agresividad es conseguir que la víctima admire a su verdugo", nos dice Victoria Sau.
Loire Heise abunda en este asunto cuando afirma: "Esta violencia no es casual, el factor de riesgo es ser mujer. Las víctimas son elegidas por su género. El mensaje es de dominación: confórmate con tu lugar".
Y de la misma forma, las mujeres socialistas proponemos: “Contra la violencia, insumisión”.
Alma González
Secretaria de Igualdad
PSOE de Lanzarote