Hoy sábado, Día de Europa, a muchos ciudadanos en todos los países de la Unión nos ronda por la cabeza una preocupación: ¿Hacia dónde se dirige Europa? Por suerte, la inmensa mayoría de los españoles está a favor de permanecer en el seno de la Unión, muy a pesar del vendaval ocasionado por el Brexit y del grito ultranacionalista que apela a mirarse el ombligo y disolver nuestro proyecto en común. Ahora bien, la pandemia ha removido los cimientos europeos con tal intensidad que exige una respuesta acorde de sus instituciones, y, duele reconocerlo, está tardando demasiado tiempo en llegar.
Buscando razones para combatir entre mis conciudadanos una posible desafección hacia el proyecto europeo, he releído la Carta Social Europea, que garantiza los derechos sociales y económicos fundamentales. Los primeros cuatro artículos son demoledores y de plena vigencia hoy en día, cuando comienzan a sentirse las devastadoras consecuencias que la emergencia sanitaria de la Covid-19 está ocasionando sobre la actividad económica, las empresas y sus empleados, los trabajadores autónomos y las familias. Todo ello me conduce inevitablemente a ratificarme en la convicción de que se echa en falta mayores dosis de la Europa de los derechos, sobre todo sociales, la Europa solidaria frente a la de la unidad monetaria y los aspectos económicos y financieros.
Hoy, 9 de mayo, la Carta Social Europea hace aguas. En unos países más que en otros, el ejercicio efectivo del derecho al trabajo se encuentra en entredicho entre amplios sectores de la población. Mientras la Comisión Europea sigue debatiendo qué medidas implementar y cómo, muchos nos preguntamos: ¿Cómo va ejercer la Unión Europea su responsabilidad en el mantenimiento de un nivel de empleo lo más elevado y estable posible? ¿Cómo va a proteger de manera eficaz el derecho del trabajador a ganarse la vida dignamente mediante un trabajo libremente elegido? ¿Cómo piensa eliminar los riesgos inherentes a las ocupaciones peligrosas, cuando el coronavirus amenaza todas las facetas de la actividad humana?
En estos momentos la inquietud no se encuentra tanto en el derecho a una remuneración equitativa —que también— como en que haya empleos para la mayor cantidad de personas posible, y que el derecho a la seguridad e higiene en el entorno laboral sea una realidad palpable. En estos días necesitamos sentirnos seguros, por lo que cualquier persona que desarrolle una actividad reclama la prevención total de daños a la salud relacionados con el trabajo. Estas cuestiones, y otras muchas, requieren fortalecer las instituciones europeas y demandan políticas comunes que lleguen a todos los rincones y a todas las personas exactamente de la misma forma que llega el euro, nuestra moneda común.
Más de 100.000 personas han fallecido hasta ahora en el seno de la Unión víctimas de la pandemia, y las previsiones de desplome del Producto Interior Bruto son aterradoras. Si es verdad que estamos ante la mayor crisis desde la Segunda Guerra Mundial —que lo es—, esta jornada de celebración oficial en la Unión Europea la emplaza a actuar con decisión, rapidez y contundencia. Quiero creer que aún estamos a tiempo de convertirnos en la Europa de los pueblos y la ciudadanía.
Fco. Manuel Fajardo Palarea, senador del PSOE por Lanzarote y La Graciosa.