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Nova Kirkpatrick

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Conciencia de cambio

Desde hace un tiempo, el 3 de julio de cada año se celebra el Día Internacional Libre de Bolsas de plástico, con la clara intención de concienciar a las personas sobre los efectos dañinos de su uso y fomentar su desaparición. Resulta todavía fundamental y necesario recordar que una bolsa de plástico tarda más de 500 años en descomponerse y que cada persona usa un promedio de 230 bolsas al año, es decir más de 500 billones en todo el mundo. Pueden parecer datos sin importancia, pero si a ello añadimos que a nuestros océanos llegan 12 millones de toneladas de plástico cada año y que 1 de cada 6 peces a la venta en las pescaderías tiene microplástico en su estómago, ya la cosa empieza a asumir tintes seriamente preocupantes.

La efeméride este año tiene además un doble sentido, pues en ese 3 de julio de 2021 entra en vigor la prohibición impuesta por la Directiva Europea de marzo de 2019 de los plásticos de un solo uso como platos, cubiertos, pajitas, palitos agitadores de bebidas, bastoncillos de algodón y cualquier recipiente de poliestireno expandido y de plástico oxodegradable. En realidad, lo que está prohibido a partir de este mes de julio es la introducción en el canal de distribución, pero el comerciante que ya lo ha adquirido, lo puede vender.

Para trasponer los dictámenes europeos, el Gobierno de España se encuentra en estas semanas tramitando la Ley de Residuos y Suelos Contaminados y cuyas medidas entrarán en vigor el 1 de enero de 2023. Por lo que todavía hay algo de tiempo para que todos los sectores económicos puedan adaptarse a las nuevas normativas que no sólo implican la eliminación de los plásticos de un solo uso. Por ejemplo, se obligará a que las tapas queden unidas a las botellas o recipientes a las que pertenecen, o que las clásicas botellas de plástico contengan un 25% de plástico reciclado a partir del 2025.

La reducción masiva de plástico no solo supone una medida de protección del medioambiente y de la salud humana, sino constituye un importante impulso a una economía baja en carbono y una necesaria minoración del uso de los recursos del planeta.

En definitiva, se trata de un cambio radical de nuestro sistema económico que va, sin embargo, más allá de una serie de normas y obligaciones. Es y tiene que ser, ante todo, una toma de conciencia por parte de todo el tejido social sobre la importancia de modificar nuestros hábitos de consumo. Existen válidas alternativas al plástico como los hongos, las algas, el almidón de patata y de yuca, el mijo, el árbol de plátano, o el polímero natural derivado de las conchas de camarones, gambas y langostinos, el quitosano, que es el segundo material más abundante en la Tierra. Estudiar y fomentar productos que utilicen materiales alternativos va a ser sin duda un impulso a la llamada “economía circular” sostenible de la que tanto se habla y que es uno de los ODS a alcanzar en la Agenda 2030.

Los fondos europeos NEXT GENERATION están destinados en buena medida a proyectos de tratamiento de residuos, recuperación de la biodiversidad y a la reducción de emisiones de CO2. Así que vamos a tener los medios para ir hacia un futuro más verde y sostenible. Ahora solo hace falta concienciarnos.



 

Nova M. Kirkpatrick, concejala de Actividades y Responsabilidad Patrimonial por el PSOE en el Ayuntamiento de Arrecife