Que el paro descienda por octavo mes consecutivo, algo nunca visto en nuestro país, es una gran noticia, excepto para aquellos que, con su bolita mágica de cristal, se habían dedicado a pronosticar la ruina y el fin de España. Menos mal que no son futurólogos porque habrían perdido su credibilidad, aunque no sé si les queda algo todavía.
Son momentos de estar unidos y trabajar sin atender a colores políticos. La ciudadanía necesita proyectos e inversiones y ello exige que las formaciones políticas demuestren sentido de Estado. Y es curioso que, precisamente los amantes de la patria, esos que se denominan españoles de bien, son los que menos lo han demostrado.
La semana pasada, el PSOE anunció su ofrecimiento al Partido Popular para negociar los presupuestos en aquellas autonomías donde nos encontramos en la oposición. La razón es sencilla: ahora que España se encamina hacia la recuperación económica, las instituciones necesitan estabilidad, consenso y diálogo entre todas las fuerzas.
Qué diferente es la imagen que se percibe a diario en el Congreso de los Diputados, donde el líder de la oposición se comporta como un niño caprichoso con el que nadie quiere jugar en el recreo. Por eso, se dedica a gritar para llamar la atención hasta que alguien le haga caso. Pero, para su desgracia, a pesar de haber tratado de buscar la destrucción de España, en Europa nadie le hace caso e incluso le reprochan su actitud.
No podemos exigirles sentido de estado cuando creen que España les pertenece única y exclusivamente a ellos, aunque sólo sea para saquearla. Ahora puede que tengan problemas mayores que resolver internamente, pues ya ni siquiera las peleas se quedan en familia. Tiempos oscuros se ciernen sobre Génova 13. La ciudadanía les seguirá esperando, aunque realmente, a estas alturas, muchas no esperamos nada.