Lo ocurrido este jueves en el Congreso de los Diputados transciende en mucho la anécdota, elevada a categoría de fraude democrático por los máximos dirigentes del PP, incluidos Casado y el señor de Murcia. Lo ocurrido el jueves es una muestra insuperable del derecho a hacer el ridiculo ejercitado con mucho éxito, como siempre, tanto por parte del diputado Casero como de la cúpula de su partido.
Pretender convertir el error a la hora de votar del diputado en un fallo del sistema solo tiene razón de ser desde el punto de vista de una estrategia tramposa: Alegamos esto y si cuela no hay ni que repetir votación se cambia el voto y punto, ganamos la votación, nos cargamos la reforma laboral pactada por sindicatos y patronal, nos cargamos las bondades que contiene la misma sin importar los derechos de trabajadores y empresas, derrotamos al gobierno y, de paso, podemos entorpecer e incluso impedir la llegada de fondos europeos.
Puro patriotismo clásico de la derecha que recuerda las palabras de Montoro: Si no gobernamos que se hunda el país, que luego nosotros lo levantaremos.
Pero lo ocurrido es mucho más grave. Una lectura atenta de lo sucedido permite entender que sabían perfectamente que iban a ganar la votación si lograban que prosperara su peregrina tesis, la del fallo informático, hasta el punto en que hicieron ir de forma precipitada al Congreso al diputado de todavía no se sabe donde ( Extremadura, Madrid, Ciudad Real).
La pregunta es clara ¿Qué importancia tenía el error de Casero si el voto de los dos diputados de UPN, tal como durante ese día manifestaron a los medios de comunicación, sería de signo afirmativo a la convalidación de la reforma? La respuesta resulta igual de clara: Porque sabían que esos dos votos eran suyos.
Otra vez dos traidores y dos votos, como con el tamayazo. Otra vez la práctica de maniobras deleznables desde el punto de vista de una democracia plena y consolidada. Otra vez, casi 19 años después, trataron de reescribir una de las páginas más ignominiosas de nuestra reciente historia, con el mismo protagonista principal pero cambiando su partenaire, de manera vergonzante y repugnante.
Lo que pasó el jueves ha dejado al descubierto una maniobra perfectamente orquestada que se truncó por la torpeza de un diputado que se dio cuenta de que con su error, que trata ahora de disfrazar de problema informático, quebraba la miserable estrategia urdida por sus jefes. Una estrategia que, para mayor indecencia, tenía como víctima colateral a su principal aliado en Navarra.
No fue un problema informático, fue un error y lo saben Casero y la cúpula del Partido Popular. Un error del que fue plenamente consciente el diputado y de ahí las frases que se le atribuyen después de haberse percatado del mismo.
Lo que pasó el jueves dejó un retrato de PP y VOX votando lo mismo que aquellos a los que mal denominan golpistas y filoetarras. Lo que pasó el jueves demuestra que el tiempo no ha pasado por el PP sino que el PP ha pasado por el tiempo y ahí sigue en Génova 13 sin moverse con las mismas prácticas y el mismo martillo, sin todavía asumir que hay un gobierno legítimo que consensúa en un momento histórico, por lo excepcional de las circunstancias que confluyen en el mismo, medidas en favor de la gente de este país por el bien de España, esa España que se empeñan en considerar como propia, expropiándola a quienes pensamos de manera diferente.
El jueves, como ha dicho Zapatero, España ganó y el PP perdió y añado: el jueves la democracia ganó, la trampa perdió.