Manuela Armas, presidenta del Cabildo de Lanzarote
Tanto en las ocasiones en las que me honro en representar a Lanzarote como cuando tengo que tomar decisiones políticas, mi principal preocupación es la de ser fiel intérprete de la voluntad de los ciudadanos, de los valores democráticos y del Socialismo.
Los ciudadanos votaron cambio y desde el primer día hemos iniciado un camino de transformación que desarrolla dos grandes ejes. El primero vertebra el Plan de Desarrollo Lanzarote Sostenible, un proyecto general de modernización para la sostenibilidad. El segundo apunta a un proceso de democratización e integración que tiene que completar la transición a la Democracia, que en mi opinión ha quedado a medias en Canarias.
Lo que sucede con los establecimientos turísticos ilegales en Lanzarote es un episodio más de los protagonizados por aquellos que no se resignan a no contar en las Instituciones con Gobiernos a la medida de su ambición.El valor fundamental de la Democracia es la igualdad; iguales ante los poderes públicos, iguales en derechos, iguales en obligaciones e iguales en oportunidades.
Son muchos los lanzaroteños, los canarios, que han sufrido la humillación de verse tratados de forma distinta. Hoy pocos creen que se mide a todos con la misma vara; el agravio de los ciudadanos con políticos e Instituciones forma parte de las leyendas urbanas más populares.
La desigualdad es la madre de la marginación; la igualdad, de la dignidad. La dignidad es condición indispensable para que individuos y pueblos se sientan bien, además de un derecho fundamental e irrenunciable.
Por tanto, soy de la opinión de que el proceso de regularización de los hoteles ilegales, además de restablecer la legalidad, debe reparar la dignidad y la confianza perdida de los ciudadanos de Lanzarote. A esto le llamamos compensaciones, que no serán ni revanchas ni escarmientos sino medidas justas y consensuadas, compatibles y complementarias con el cumplimiento de las sentencias, que reparen el principio de igualdad.