Desconcierto, tristeza, rabia. Son algunos de los estados de ánimo que nos invaden y con los que vamos a afrontar este primero de mayo. Desconcierto ante una crisis de la que todavía no nos han terminado de explicar cómo y por qué comienza en los bancos y termina en las personas. Tristeza por los derechos perdidos, por los proyectos vitales quebrados. Rabia por la incapacidad que muestran nuestros gobernantes para situar primero a las personas y luego a los indicadores macroeconómicos.
Hago míos esos sentimientos, los comparto plenamente. Cuando escucho la cifra de parados soy capaz de poner caras a esos números impersonales, entre ellos hay familiares, amigos y conocidos. Y en mi familia, entre mis amigos y mis conocidos, hay jóvenes con los que comparto su temor a un futuro que cada día se antoja más incierto. Mis mayores no terminan de entender qué ha salido mal, qué ha sucedido para que tengan que vivir sus últimos años compartiendo una pensión escasa con hijos y nietos que, en una situación normal, debieran estar ayudándoles a ellos.
Comparto esos sentimientos pero, al tiempo, trato de convencerles de que hay esperanza. Es difícil, muy difícil. Hablar de esperanza, hablar de futuro desde el presente que estamos sufriendo es difícil porque puede sonar a buenismo, a optimismo inconsciente, pero no, es real.
Hay esperanza porque la situación que estamos viviendo se debe a decisiones políticas y puede ser corregida con decisiones políticas. Lo que estamos padeciendo no es un fenómeno meteorológico, es el resultado de una crisis financiera y de la gestión política que se ha hecho de la misma. Es el resultado de un austericidio salvaje, la consecuencia de una apuesta insensata de la derecha europea por redibujar un nuevo orden en el que la justicia, la solidaridad, queden al margen sacrificadas a la lógica de las cifras macroeconómica.
Esta situación puede revertirse. Desde la indignación, justificada, pero sobre todo desde la política. Será el nuevo Parlamento Europeo, el que salga de las elecciones del próximo 25 de mayo, el que tenga la posibilidad real de cambiar el escenario. El que legisle en contraposición a las decisiones de los gobiernos de derecha que a día de hoy usurpan nuestro derecho a gobernar Europa en favor de su ciudadanía.
No nos puede resultar indiferente las mayorías que surjan el 25 de mayo. Un Parlamento Europeo dominado por la derecha significará más de lo mismo: la sacralización del déficit cero y los ajustes para los más débiles. Un Parlamento Europeo en el que sean mayoría las fuerzas progresistas representa una oportunidad para la esperanza, un reparto justo de los esfuerzos y de los beneficios.
No va a ser fácil precisamente por el desconcierto, por la tristeza y por la rabia que también invaden a la militancia progresista y de izquierdas. Precisamente por eso resulta fundamental que partidos de izquierda y sindicatos seamos capaces de cargarnos de razones y salir a la calle a pelear puerta por puerta contra la resignación y la desesperanza. El cambio empieza en Europa y está en nuestras manos conseguirlo.
Tenemos 25 día para hacerlo. Vamos a comenzar este primero de mayo.
María Dolores Corujo Berriel
Secretaria Insular del PSOE de Lanzarote