En un país donde la corrupción política está continuamente en primera plana, se aplican recortes presupuestarios en servicios básicos y universales como la sanidad y la educación, el 27% de la población activa está desempleada, existe unos tres millones de personas en situación de pobreza extrema, se producen 526 desahucios diarios, los jóvenes mejor y más preparados son obligados a abandonar su país en busca una oportunidad y en el que estas y muchas otras desgracias han sido originadas por una crisis financiera de la que ha salido reforzado un sistema económico y político basado en la deshumanización de la realidad que les rodea por mantener una supuesta estabilidad en nombre de los mercados, nacieron los escraches.
Los escraches surgieron de la indignación de una sociedad que ve como se suceden y expanden las desgracias sin que a los responsables de las mismas se les mueva una tripa o sin que a los dirigentes políticos se les ocurra dar una solución justa y necesaria para que la situación se siga agravando. Todo lo contrario. Así surgió la intención de denunciar, señalar y crear conciencia del escrache.
Las reacciones no se hicieron esperar y en un intento desesperado por negar valentía y honradez a este nuevo movimiento social se les califica como mínimo de violentos.
Lo cierto es que hasta el día de la fecha los escraches han conseguido su objetivo principal, llamar la atención sobre sus principales denuncias siempre en forma de protesta pacífica.
Curiosamente, quienes ven en la presión que ejercen los escraches con sus acciones un ataque, no reconocen que se trata de un reacción más que legítima vista la barbarie civil que estamos padeciendo.
La ciudadanía no está respaldada por una gran multinacional que financie sus acciones que le permita ejercer una presión certera de forma más elegante y menos ruidosa. Es lamentable ser conscientes de la cantidad de lobbies corporativos que podemos encontrar en las ciudadesdonde se concentra el poder político, ejerciendo igualmente presión sin que nadie se escandalice, los califique de nazis o los amenace con agredirlos físicamente. Cuestión de perspectiva, según de donde venga esa presión estará mejor o peor vista.
Sin lugar a dudas el escrache ha sido la vía de escape más cívica que hemos tenido para mostrar la rabia y la impotencia que sentimos, una acción de imperiosa necesidad ante tanta injusticia social.
Mientras sus acciones sigan siendo pacíficas y acordes con el sentir general serán total y absolutamente legitimas, además de necesarias. Quien quiera negar esta evidencia o no tiene moral o no vive en el mismo país que yo.
Saray Rodríguez Suárez
Concejala del grupo socialista en Tías